NOTIMEX
México, 24 Jun.- Rigoberto Alfaro no le da vuelta y acepta que del maestro Rubén Fuentes, a quien considera el padre del mariachi moderno, aprendió a leer y escribir notas musicales.
En entrevista exclusiva con Notimex en su casa de la Ciudad de México, Alfaro reconoce la entrega, la disciplina, la valía intelectual y la genialidad creativa de Fuentes al imponer un nuevo estilo de darle vida al mariachi.
“Rubén valoró mi trabajo, aprendizaje y talento, al grado de que seguimos siendo grandes amigos”, dice ufano Alfaro.
Subrayó que la iniciativa de Fuentes de procurar que los integrantes del mariachi mexicano leyeran sus notas fue algo que revolucionó la expresión artística de los ejecutantes.A sus 85 años Rigoberto Alfaro recuerda que su primer contacto con la música fue a los ocho años, al escuchar cómo su padre gustaba de tocar el violín.
“Yo nací en Yurécuaro, Michoacán, y para ese entonces mi padre ya pertenecía a un grupo musical. Cuando la agrupación llegaba a la casa dejaban sus instrumentos, y yo, chiquillo curioso, empecé a descubrir esos aparatos, hasta que una vez mi padre me llamó la atención por tomar una guitarra, pero a partir de ello mi pasión por la música se inició”, indicó el músico.
Cuando Rigoberto tenía nueve años su vida dio un giro, pues su padre se lo llevó a Laredo, Texas, en busca del "sueño americano".
“Me metieron a la escuela, aunque fue muy difícil que me admitieran. A la par yo veía el enorme problema que tenía mi padre para mantener a ocho hijos, así que decidí dejar la escuela y empecé a dar grasa al calzado, es decir, me hice bolero en la frontera”.Seis años más tarde su padre y su madre optaron por trasladarse al entonces Distrito Federal.
“Y como ya estaba más diestro con la guitarra, acompañaba a mi padre a las cantinas y pulquerías, porque la música ya era parte de mí, incluso, hice mis primeros arreglos”, señala Alfaro.
"Fue entonces, a los 16 años, cuando mi padre me inscribió a una escuela de música, ubicada en el Centro Histórico, la Escuela Libre de Música y Declamación”.
Recuerda que en ese lugar sólo permaneció un año 10 meses, al conseguir un permiso de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para abandonar el plantel, con la condición de que hiciera ensambles musicales en la institución escolar.
“Para ese tiempo mi papá logró un permiso en Garibaldi para que el mariachi que él había formado, llamado El Tepatitlán, pudiera cantar ahí, y entonces comencé a destacar con la guitarra. Todos me llamaban como el hijo de don Lupe”.
De los 16 a los 20 años se dedicó a trabajar en Garibaldi. Su trabajo como músico llegó a oídos del Mariachi Vargas y el nombre de Rigoberto Alfaro llamó la atención.
“De hecho don Rubén Fuentes ya sabía de mí, pero nos conocimos hasta que varios elementos del Mariachi Vargas salieron de la agrupación, lo que provocó el enojo de Rubén. Le exigió a Silvestre Vargas, el director del grupo, que consiguiera otros músicos.
El destino le tenía una sorpresa a don Rigoberto, ya que su respuesta fue que sólo había “un gordo que tocaba muy bien la guitarra, y ese era yo”.
Fuentes le contestó: “No me importa si está gordo, lo quiero aquí, qué importa el aspecto que tenga y así comencé con el Mariachi Vargas”.
Alfaro considera que la oportunidad le llegó del cielo, “aunque debo reconocer que me ayudó mucho Jesús Rodríguez de Híjar, porque él ya andaba con el Mariachi Vargas y habló bien de mí, a partir de entonces Rubén Fuentes valoró mi trabajo y mi talento. De hecho, en días pasados hablé con Rubén por teléfono y me saludó cordial”.
Insiste que Fuentes fue para él un gran maestro en la comprensión de la lectura de las notas de mariachi, “porque me fijaba en todo lo que él hacía. Él ya tenía mucha experiencia, había formado a Miguel Aceves Mejía y producido a Amalia Mendoza, 'La Tariácuri'”.
Al poco tiempo, Rubén Fuentes le confió que realizara algunos arreglos para el Mariachi Vargas, lo que no ocurría con otros músicos que ingresaban al Vargas, “porque veía que Jesús y yo sabíamos leer partituras.
“Para entonces ya era mi compadre, incluso me invitó a que formara mi propia agrupación, pero prefería estar bajo la batuta de él”.
El trabajo con Rubén Fuentes le valió a Rigoberto colaborar con Pedro Infante, con José Alfredo Jiménez y Vicente Fernández, este último lo hizo su arreglista de cabecera.
“Uno de los recuerdos más gratos que viví al lado de Rubén fue cuando hice los arreglos de uno de los temas más emblemáticos de José Alfredo Jiménez, como es El Rey; incluso, José Alfredo me agradeció el detalle con una dedicatoria en el disco mismo en el que se incluyó el tema”.
Sin pena confiesa que su mentor criticó el arreglo y le dijo que algo le faltaba, “eso lo sentí como celo profesional”.
Recuerda que Rubén Fuentes le pedía hacer varios arreglos a canciones de José Alfredo, porque él veía que yo hacía las cosas de corazón, sin esperar nada a cambio o pago alguno.
“Logré arreglos de temas como Esta noche me voy de parranda, La mitad de mi orgullo, Paloma querida; otros se los encargaba a Jesús Rodríguez de Híjar y algunos más los hacíamos los tres, Rubén, Jesús y yo”.
Le viene a la mente que con Fuentes se tenía que escribir todo para el mariachi, instrumento por instrumento.
“Era un gran director musical, un maestro de los arreglos, pero muy estricto y directo, y así yo aprendí a escribir la música".
Considera que Rubén es a José Alfredo Jiménez, como él a Vicente Fernández, porque todos los arreglos de "El Charro de Huentitán" son de él.
“De hecho, hay arreglos que aún no salen y espero que mi compadre Vicente los dé a conocer algún día”.
Rigoberto Alfaro, quien sigue activo escribiendo música para mariachi, dice que en breve presentará un disco de música ranchera en Chicago, una producción de César Maldonado que le generó más trabajo, por lo que ahora hace melodías originales de corte instrumental.
“El 27 de junio tengo que estar en la presentación del material de Maldonado, presidente de una fundación en pro de los estudiantes de la música de mariachi, y tratándose de ayudar a los nuevos talentos, yo siempre estoy listo para ello, porque alguna vez fui principiante”.
Por último, indicó que en julio regresa a Albuquerque, Nuevo México, a invitación de una universidad donde impartirá un par de clases de cómo ser un buen arreglista.
“Debo decirte que es una satisfacción colaborar con los jóvenes amantes de nuestra música tradicional”, concluye.