La primera sorpresa que tuve al revisar la cobertura medi谩tica de la Marcha Z o Marcha de la Generaci贸n Z, que en adelante nombrar茅 como 15N, fue la cantidad de ciudadanos que salieron a las calles de la CDMX y a otras 50 ciudades del pa铆s.
No la med铆 en miles o cientos de miles de personas, sino en la intensidad con que decidieron marchar en un momento en que el desmantelamiento del gobierno de contrapesos y la ausencia de rendici贸n de cuentas del gobierno nacional morenista alcanza su punto cumbre, del cual, esperamos, iniciar谩 su contenci贸n y descenso.
Ante tanto des谩nimo que he visto en la sociedad civil, muchos amigos y conocidos, ante la imagen de fuerza imparable de Morena, hab铆an decidido, con resignaci贸n, retirarse a las actividades privadas y dejar el terreno libre a la destrucci贸n morenista.
A partir del 15N, la resignaci贸n comienza a desaparecer. Despu茅s de un a帽o en su cargo, Sheinbaum no logr贸 contener los problemas de inseguridad que son la pesadilla de los mexicanos: extorsiones, homicidios, desapariciones, control de territorios por el crimen organizado, por nombrar algunos.
Cuando el discurso y la ret贸rica se disipan en escasos o nulos resultados, emerge con toda fuerza el descontento y la vehemencia ciudadanas que reclaman a los gobernantes su ineptitud y corrupci贸n.
Ante este embate de la sociedad civil, no se les ocurri贸 nada mejor a la presidente Claudia Sheinbaum y a Clara Brugada, Jefa de Gobierno de la CDMX que desatar la furia de la polic铆a capitalina que, a toletazos y granadas de las lacrim贸geno, arremeti贸 con brutalidad contra algunos de los manifestantes.
El pretexto fue el ataque a las vallas met谩licas que rodeaban al Palacio Nacional por parte de un grupo de provocadores ajenos a la Marcha del 15N.
Desde mis d铆as de estudiante en la CDMX, cuando gobernaba el PRI, recuerdo que el viejo m茅todo de sembrar provocadores en las marchas de protesta, entonces encabezadas por organizaciones de izquierda, funcionaba a la mil maravillas para justificar la violencia policiaca.
La represi贸n del 15N derrumb贸 el mantra morenista, repetido hasta el cansancio por L贸pez Obrador, de que 鈥渘osotros no somos represores, no somos iguales鈥.
Lo que sigue ahora desde los gobiernos morenistas es garrote duro y macizo contra quienes se atrevan a salir a las calles capitalinas, lo cual, por supuesto, no frenar谩 a los futuros manifestantes.
No me extra帽a que eso ocurra, pues la escuela pol铆tica de L贸pez Obrador y seguidores de su primer c铆rculo, la mayor铆a de ellos incrustados en el actual gobierno nacional, fue el PRI, en el cual milit贸 durante varios a帽os Andr茅s Manuel.
El significado del 15N es, sin embargo, mucho m谩s elevado que la represi贸n policial.
Ante el c煤mulo de acciones y estrategias para apoderarse de casi todo el aparato de Estado, poblarlo de incondicionales y utilizarlo en el control pol铆tico de la sociedad, la salida de miles de ciudadanos a las calles es un s铆mbolo de que la resistencia civil no se agot贸.
Al contrario, el 铆mpetu ciudadano ha despertado de su letargo. A buena hora y justo a tiempo para aprovechar el momento de mayor vulnerabilidad del gobierno nacional: su debilidad ante el crimen organizado, su pol铆tica de encubrimiento de la corrupci贸n morenista y su vulnerabilidad extrema ante los Estados Unidos.
Cuando un gobierno avasalla a todos y parece m谩s fuerte que nunca, siempre hay una chispa que derrumba su fachada y exhibe su verdadera naturaleza: una combinaci贸n t贸xica de autoritarismo y corrupci贸n.
Tengo un sombrero en casa que me traje de Michoac谩n en un viaje que hice hace unos 20 a帽os, a la bella Morelia, P谩tzcuaro, Janitzio y los pueblos intermedios.
Qui茅n me dir铆a que el sombrero lo usar茅, despu茅s de a帽os de estar guardado, como s铆mbolo de resistencia civil en honor de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan asesinado el d铆a 1 de noviembre.