México: la ´ultraviolencia´ electoral 

Rogelio Ríos

MIRADA AL MUNDO
La atmósfera de violencia en la que todos los mexicanos convivimos no tiene nada de normal, nos carcome lentamente, ¿por qué no reconocemos el problema y lo enfrentamos?
03/05/2024

No alcanza la palabra “violencia” a expresar con toda intensidad lo que está ocurriendo en México: la magnitud de la ejecución diaria de homicidios, extorsiones, secuestros, desapariciones de personas y la variedad de delitos comunes y delitos contra la salud, rebasa nuestra capacidad de comprensión.

La afectación de las relaciones personales, sociales y comunitarias; la asistencia a eventos deportivos con el riesgo inminente de peleas, intercambio de insultos y agresiones; la decisión de no hablar de ciertos temas (López Obrador, elecciones, complicidades con el crimen organizado, etcétera) para no echar a perder una reunión social: usted nombre un ámbito de la vida actual que no esté contaminado por la violencia y yo le regalo un libro.

Pasemos, entonces, a la etapa de la “ultraviolencia”, expresión que escuché por primera vez en referencia a la película “Naranja Mecánica” (“A Clockwork Orange”,1971, de Stanley Kubrick, basada en la novela de Anthony Burguess -del mismo nombre- publicada en 1962), para ubicar con mayor precisión lo que nos está sucediendo a los mexicanos.

Una definición simple de ultraviolencia es “la violencia por la violencia misma”, por el placer de hacerlo y sin objetivo específico. Una definición más amplia es que “la ultraviolencia es un término que se aplica a actos de extrema violencia, a menudo sin justificación y con víctimas escogidas al azar... en la cultura popular, la ultraviolencia se presenta a menudo con connotaciones estéticas, aplicándose a manifestaciones de violencia presentadas como un espectáculo disfrutable en los medios de comunicación” (wikipedia.org).

Hay una relación de subordinación absoluta de una víctima, organización o institución a un poder superior en la ultraviolencia, la cual tiene también una dimensión geográfica: la apropiación del territorio y el espacio físico para desplegar “el espectáculo” violento.

Todo es poner un pie en la calle para que nuestro cuerpo y mente se pongan en alerta inmediata: quién pasa, qué sucede, qué tan seguro es ir a tal o cual parte. ¿Contestaré esta llamada de número desconocido en el celular? ¿Le ayudaré al señor que se le descompuso el automóvil sobre la avenida? ¿Será narco el vecino de la camionetota nueva?

Todo es observar la escena y los actores políticos para ponernos en guardia: ¿a cuántos gobernantes actuales controla el crimen organizado? ¿Al presidente, gobernadores y alcaldes? ¿A diputados y senadores? ¿A militares y marinos, guardias nacionales, policías estatales y municipales?

¿Por qué están renunciando día a día cientos de candidatos a puestos de elección populares de todos los niveles en México? ¿A qué le temen? ¿Y los que ya murieron asesinados?

Ni Burguess ni Kubrick imaginaron en sus “naranjas mecánicas” a personas colgadas de los puentes, a miles de restos de personas desaparecidos en fosas clandestinas, a más de 183 mil asesinados en cinco años en México. No, la Naranja Azteca desbordó a su imaginación.

La ultraviolencia es la atmósfera en la que todos los mexicanos convivimos, la lluvia ácida que cae sobre nuestras cabezas, el fuego que ronda los cuerpos y a veces los devora. No tiene nada de normal, nos carcome lentamente, ¿por qué no reconocemos el problema y lo enfrentamos?

Díganme, por favor, ¿quién en su sano juicio piensa que es posible celebrar elecciones equitativas, justas y legítimas bajo la ultraviolencia?

Ante las revelaciones periodísticas y los informes de agencias de Estados Unidos sobre la inyección de miles de millones de dólares de dinero proveniente de organizaciones criminales en las elecciones mexicanas desde hace años, ¿qué podemos esperar el 2 de junio?

Ante el señalamiento directo al presidente López Obrador de recibir millones de dólares del Cártel de Sinaloa en su campaña electoral del año 2006, documentado según el riguroso trabajo periodístico de Anabel Hernández (en su libro “La Historia Secreta: AMLO y el Cártel de Sinaloa”, Editorial Grijalbo, 2024), ¿por qué no se indignan los ciudadanos ante la grave posibilidad de que la etiqueta #NarcoPresidente sea una realidad?

¿Qué puede ser más ultraviolento que eso?

Rogelio.rios60@gmail.com



ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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