Durante una caminata vespertina con mi perro, no pude evitar escuchar una conversaci贸n entre adolescentes y me sorprendi贸 mucho, c贸mo se hablaban entre ellos. Todas eran malas palabras, gritaban con ese tono desenfadado que simula seguridad, pero que esconde algo m谩s: desconexi贸n, rabia, tal vez miedo o ganas de llamar la atenci贸n. En otros tiempos, se dec铆a que hablar as铆 era 鈥渃osa del vulgo鈥, o de alguien sin estudios. 鈥淟enguaje de carretoneros鈥, sol铆a decir mi abuela.
Hoy parece que es una forma de pertenecer, porque incluso la mayor铆a de hombres y mujeres 鈥渧*rga鈥 en sitios p煤blicos. Y no se trata solo de c贸mo dicen las cosas, sino de lo que eso revela: la p茅rdida total de filtros y de respeto.
En los 80鈥檚 los estudiosos de la comunicaci贸n de masas aseguraban que los medios masivos influyen en el comportamiento de las personas, pero en este siglo cu谩ntas de esas ideas palabras y comportamientos de los adolescentes son tomados de las redes sociales, ya sea de alg煤n video de TikTok o un reel en Facebook o Instagram o de una influencer que las hace re铆r.
Y es que en un mundo donde ser escuchado vale m谩s que tener raz贸n, muchos j贸venes est谩n absorbiendo contenido sin notar que tambi茅n est谩n absorbiendo creencias, modelos de comportamiento y, lo m谩s preocupante, patrones violentos que pueden normalizar.Tengo m谩s de 30 a帽os escribiendo sobre tecnolog铆a, marketing y comunicaci贸n, y considero que hoy hemos confundido visibilidad con valor, seguidores con credibilidad, y viralidad con virtud, y los influencers, en muchos casos, est谩n modelando lo que las familias y sus hijos deben decir o hacer, situaci贸n que ni las escuelas, ni la sociedad pueden o quieren contener.
Y para muestra un bot贸n, Marianne Gonzaga, una influencer de 17 a帽os, famosa entre los j贸venes, que apu帽al贸 a Valentina Gilabert, una chica de su misma edad, en un acto de violencia brutal y cuya noticia se volvi贸 viral, no por el dolor, sino por el morbo.
Hace una semana, Gonzaga public贸 un video en sus redes: dec铆a estar arrepentida, pero no cargar铆a con la culpa. Ese mensaje no es aislado; es el reflejo de una sociedad light, donde la l贸gica peligrosa es clara: lo 煤nico que parece importar es lo que genera clics, reacciones y esa falsa euforia de una aprobaci贸n que se esfuma m谩s r谩pido que el algoritmo de Instagram.
No se trata de cancelar a nadie, se trata de hacernos responsables, porque cada like, cada comentario es un voto por el tipo de mundo que queremos ver. Ser influencer no deber铆a ser sin贸nimo de entretenimiento vac铆o, sino de liderazgo consciente. Necesitamos m谩s voces que gu铆en, no que distorsionen. Porque si seguimos premiando el esc谩ndalo, la indiferencia y la 鈥渇uerza mal entendida鈥, nos esperan generaciones sin br煤jula emocional. Y una sociedad sin br煤jula, ya lo sabemos, termina perdida.
Todos los comentarios son bienvenidos a veronica@vaes.com.mx
Nos leemos, la pr贸xima vez. Hasta entonces.
