Adolfo González

EL SEXTANTE
López Obrador no es más que un tuerto en un país de ciegos, que necesita periódicamente engrasar su clientela con dádivas, lo cual cada vez le funciona menos.


Los avances de Ebrard confirman que el canciller se perfila como opción válida y racional dentro de Morena, incluso entre sus oponentes, ya que la realidad es que enfrente no hay alternativas.


Muchos ven en Marcelo Ebrard el regreso a la razón, aunque por ahora persiste el empate técnico con Claudia Sheinbaum. Esto será cosa de dos.


Hay un México silencioso pero harto, quizá más numeroso de lo que parece, que lo que desea es un regreso a la racionalidad, venga esta de donde venga.


Hubo una nueva inyección de dinero, que es lo mismo que decir una nueva dosis de anestesia a una mayoría empobrecida, que sin embargo es la que al Presidente, según sus propias palabras, le interesa como apuesta segura.


A pesar de los escándalos recientes, la situación económica o la política exterior una mayoría sigue aceptando, pasivamente, el pacto con la 4T a cambio de apoyos sociales.



Muchos esperan el desplome en la popularidad de AMLO, pero ese hundimiento no llega. Pese a que se miente, se roba, se traiciona, y para colmo, sube la corrupción, no hay un líder que señale las promesas fallidas.


El paso del tiempo ha dejado aquel tigre en gato ronroneador, porque cuando comer depende de alzar una pancarta, a quién se le puede reprochar mirar por sus hijos.


El hecho insólito y novedoso, y es sorprendente lo poco que se ha puesto el acento en ello, es que AMLO no salió a la calle, lo han sacado a la calle.


Andrés Manuel confía en su púlpito mañanero y en sus habilidades de conductor de masas, pero me temo que no interioriza que las masas que le siguen son, casi únicamente, las que cobran por ello.


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