La era de la polarización

Adolfo González

EL SEXTANTE
Países tradicionalmente tolerantes se han visto arrastrados a un sistema de bloques internos graníticos y casi irreconciliables.
25/06/2025

“Nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio”, Joan Manuel Serrat.

Vivimos tiempos preocupantes, que se distinguen por el desencuentro, el enfrentamiento y la intransigencia. En lo que queda (cada vez menos) del sano diálogo político y ciudadano que debe distinguir a las sociedades maduras, cada vez nos encontramos más con una palabra: polarización. Es el sustantivo que caracteriza a la conversación y que a la vez contribuye a su deterioro. Sufrimos esa polarización en casi todos los ámbitos de la vida, y es un fenómeno que por supuesto no es privativo de nadie, sino mundial. Países tradicionalmente tolerantes se han visto arrastrados a un sistema de bloques internos graníticos y casi irreconciliables. Un problema subsecuente es la generalización, siempre peligrosa, porque suele engendrar casi de inmediato a la intolerancia, que a su vez acostumbra a ser madre del enfrentamiento y de la discordia. Y mientras sube el tono de la hostilidad y desciende el del discurso constructivo, las cacicadas se suceden a diario. 

Por ejemplo. El control de la justicia por parte de los poderes ejecutivos, esa meta anhelada por todo autoritario corrupto, sigue avanzando a ambos lados del Atlántico. Además, nos la pretenden vender con una especie de marchamo de ética y decencia. Me explico: se sustenta y se justifica bajo la premisa de un sistema judicial poco fiable, que se convertirá en cambio en un reloj suizo en el momento en el que esté en las manos de la casta gobernante. Esta casta es generalmente un movimiento de carácter nacional que se presenta como regenerador (les suena?) apoyado en una supuesta incorruptibilidad y una más supuesta aún superioridad moral. Eso sucede hoy, ha sucedido ayer, y seguirá sucediendo donde se permita. El final del cuento suele ser bastante triste. Un cuento que, por cierto, muchos se siguen creyendo o se quieren creer una y otra vez. 

Tienen disculpa los que no tienen más opción que vivir de la dependencia (única contrapartida: la limosna a cambio de la supervivencia). No tienen perdón los intelectuales que, desde cómodas atalayas, prenden hogueras que luego niegan como San Pedro. Ojo: todos tenemos derecho a equivocarnos. El problema está en no reconocer el error, o peor, en declararse inocentes, o peor aún, en la mezcla de las dos anteriores para beneficiarse del infame sistema. ¿Se acuerdan de los orgánicos del PRI? Ahora hay una buena caterva de ellos. Es en ese ambiente (dependencias, supervivencias, acomodamiento, rezagos morales) donde aflora la polarización casi de manera consustancial. Y al sistema le interesa sobremanera generar ese relato maniqueo de buenos y malos, de adversarios internos o externos. En resumen, un relato de salvación según el cual quienes dependen ahora perderán en manos del enemigo sus exiguos derechos. Los de enfrente vienen a quitarte lo que yo, que soy todo bondad, te doy. La escalada es extremadamente peligrosa, y sobran ejemplos en la historia de cómo se puede prender una mecha en tales situaciones cuyas consecuencias sean imprevisibles.

Desde la izquierda y desde la derecha se arrojan piedras mutuamente. No comprende esa izquierda puritana que su intransigencia predispone una corrupción peor que la que produce el cinismo. La presunción de superioridad moral es insoportable en primer lugar para sus predicadores. La derecha populista, por su parte, vacía de contenido su discurso basándose en la simple eliminación de las políticas del contrario, pero sin dejar nada claro en qué consiste su alternativa. Hay un ejemplo inquietante a la vista, que es Trump. Si se trata de cambiar un buenismo que no prevé las consecuencias de lo que hace por una agresividad que tampoco se distingue por ello, nos encontramos más o menos con lo mismo: las consecuencias son imprevisibles y el diálogo es sustituido por la descalificación y la amenaza. Luego están los que quieren nadar y guardar la ropa, y se quedan en la tibieza, no por no encontrar alternativa, sino por lo que pueda pasar. La sabiduría popular rusa lo describe a la perfección: si hablas contra el lobo, procura hablar también a favor del lobo... Nunca se sabe...

¿Y la gente? No tenemos ni idea de por dónde anda la opinión ciudadana porque no tenemos ni un sólo estudio demoscópico fidedigno que así lo refleje. Hubo un termómetro hace veinticinco días: la participación en la "elección" judicial. Muchos han querido ver en el amplísimo abstencionismo un desinflamiento de los respaldos de Morena. Pero no me hago ninguna ilusión: fue más por desinterés que por desapego, como corresponde a la composición, más que comprobada, de los respaldos del partido en el poder. Ningún análisis serio puede siquiera considerar que el 90 % que no participó tomara esa decisión por seguir las directrices de PRI y PAN. Una oposición que, como diría Quevedo, va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.

En estos tiempos líquidos, resulta que lo más sólido que tenemos es la polarización. Seguramente, el dato más duro de cuanto se ha registrado de manera fiable en la opinión pública en los últimos años. ¿Y quién tiene la culpa, culpita? Probablemente es compartida. Conviene identificar muy bien las causas de la situación si tenemos intención de reconducir la vida política. Y van desde la actitud de parte de la intelectualidad hasta el descrédito de los medios de comunicación tradicionales, pasando, por supuesto e inevitablemente, por un preocupante deterioro de la educación a todos los niveles. Limitarse a responsabilizar al de enfrente no sólo no nos va a librar del problema, sino que será abundar en él y agudizarlo.

adolcafe@yahoo.es



ADOLFO GONZÁLEZ es Historiador, con Maestría en Historia Contemporánea en el contexto internacional. Reside en España, y es analista político especializado en la interpretación de datos en sondeos de opinión pública. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de Mobilnews.mx.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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