Feliz navidad en tiempos difíciles

Gerardo Romo

A lápiz… digital
Esta navidad me hizo pensar en aquellos Cristos rotos, excluidos, olvidados, los maltratados de nuestros tiempos, para quienes la llegada de un niño Dios, no fue en una víspera de paz, sino de urgente huida.
26/12/2025

¡Feliz navidad! Le dice la jefa de enfermeras de turno al médico residente que en pleno 25 de diciembre, ambos celebran esta fecha del nacimiento del pequeño de Nazareth que nos muestra la ternura de Dios, entregándose a los enfermos, revisando sus dolores, curando sus heridas, limpiándoles sus cacas, poniéndoles sus medicamentos, siendo amorosos con quienes más necesita del amor, también piden disculpas a la viejita que mueven para bañarla y que desde hace 48 horas no para de gritar, de padecer.

Estamos en segundo piso en el área de medicina interna del ISSSTE, donde las mujeres enfermas, en su mayoría adultas mayores luchan con las fuerzas que les quedan por sus vidas.

Entre ellas está mi madre, la señora Morro cuyas ganas de vivir persisten tras medio siglo de lidiar con la diabetes y de iluminarnos el camino con la sonrisa que le sale del alma y una fuerza inaudita, esa misma que nos permitió a ambos salir vivos de un embarazo que me trajo al mundo siendo yo un sietemesino, de no ser por ese amor de no estaría escribiendo estas líneas.

Pasé la última hora de noche buena al lado de mi madre en la cama del hospital y las primeras horas de la noche de navidad… el Niño Dios nació para iluminar el mundo, pero el piso del hospital lucía oscuro, con el ruido persistente de los monitores que leen en tiempo real el estado de salud de quienes pasan navidad postrados, con la mano extendida de los hombres y mujeres de bata blanca que esta nochebuena y navidad no comen pavo ni tamales con sus hijos, esposos, abuelas o madres, y eligieron convertirse en ángeles de desconocidos que les mantienen viva la esperanza de que quizá pronto puedan salir de ahí en su propio pie.

En el hospital vi a los camilleros, a la vigilante de Urgencias, (una bella adulta mayor sonriente, de cola de caballo y hermosa actitud), ahora olvidé su nombre, más no su rostro, vi a familiares abrazándose entre si al amparo de un té caliente en espera de la buena nueva.

-Feliz navidad, si es que se puede estarlo en un hospital- les dije y me sonrieron.

-Dios no se olvida de nosotros- me respondieron, con la fe de un profeta.

Cuando era niño mi madre tenía en la cabecera de su cama un cristo crucificado, un buen día decidí desclavarlo de los pies… ¿por qué lo hiciste?, me preguntó ella. Para que deje de sufrir, le contesté.

Esta navidad me hizo pensar en aquellos Cristos rotos, excluidos, olvidados, los maltratados de nuestros tiempos, para quienes la llegada de un niño Dios, no fue en una víspera de paz, sino de urgente huida.

Pienso también en las y los policías que llegan al llamado desesperado de alguien que está pidiendo ayuda por estar viviendo violencia, pienso en quienes están purgando alguna condena en las cárceles por delitos cometidos o no.

Pienso en las mujeres indígenas que con sus hijos e hijas pequeños ni siquiera cuentan con un acta de nacimiento porque para ellas y ellos las instituciones no funcionan no saben qué hacer y la burocracia aparece inoperante, descorazonada, sin alternativa.

Pienso en las personas adultas mayores solas cuyas noches buenas, si es que alguna vez existieron yacen en el lejano recuerdo de una mente con demencia o Alzheimer.

Pienso en un país que se mantiene alimentado por manos de hombres primordialmente mayores de 65 años en cuyos hombros yace el peso de alimentar una nación que no es capaz de garantizarles un precio justo por sus cosechas. “Dios no deja de socorrernos a quienes vivimos del campo, el único problema que tenemos los campesinos es el precio por nuestras cosechas”, me dijo hace poco uno de los pocos agricultores menores de 30 años que aún ven el campo como opción de subsistencia digna.

Pienso todas esas personas regadas en el anonimato de sus filantrópicas acciones que amortiguan la pesadez del corazón en momentos de mucha angustia, son esas personas que se quedan en las noches de caos sosteniendo la vida, las que tienen ahora ese propósito de dar posada, de alimentar al migrante que cada noche, incluyendo las del 24 y 25 de diciembre montan la bestia que pasa por nuestras tierras con el corazón en vilo y la esperanza en un hilo.

En la sala de mi casa, está la imagen en barro de la huida, José a pie, María a punto de parir, en el lomo de un borrico tratando de que le abran en alguna posada, rogando por ser aceptados en rincones cálidos y tranquilos, así tantas almas buscan hoy el mismo consuelo, detenernos, para solo estar, existir y que la esperanza nos regale una noche de paz.

Cristo se manifiesta especialmente en los descartados de ayer, de hoy y de mañana, que laten en el corazón de la historia, porqué Él mismo lo fue.

gerardo.romo@agoradigital.com.mx



GERARDO ROMO concibe al periodismo como el oficio de contar historias de seres humanos a otros es oriundo de Zacatecas se especializa en temas de adultos mayores desde el periódico digital.

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de Mobilnews.mx.

Más artículos del autor

Contenido reciente