“La ignorancia genera confianza más a menudo que el conocimiento”, Charles Darwin.
Lo ocurrido con el buque escuela Cuauhtémoc tiene un carácter terrible y tremendamente simbólico. La metáfora que supuso el trágico accidente no puede ser más completa, reveladora y triste. A veces los hados conspiran para dibujar las realidades de fondo. El barco parece el mismo México, que iba, como se sabe, a la deriva. Probablemente por un fallo en las máquinas que lo dejó en esa tesitura. En los mástiles, unos marinos forman mostrando su pericia a los ojos del público, como un pueblo mexicano intentando su desempeño a pesar de las circunstancias adversas. No se reaccionó soltando anclas, o no dio tiempo por ser ya demasiado tarde. El escenario de fondo, nada menos que la metrópoli estadounidense por excelencia, desde donde se pretende (y se consigue) dirigir los destinos de México. El barco, a merced de un remolcador gringo que se muestra impotente o indiferente ante lo que sucede.
El resultado ya lo conocemos: dos jóvenes pagan con sus vidas los errores ajenos. Un México en el que la elusión o, como mínimo, la ocultación de posibles responsabilidades o negligencias está a la orden del día. A continuación, los habituales pleitos partidistas para intentar culpar al adversario de lo ocurrido. Antes, los simpatizantes del partido del poder utilizando la cubierta para la difusión de sus intereses. Una enorme bandera nacional, en primer plano, hace aún más expresivas las filmaciones in situ del accidente: después de 829 mil millas de navegación, por primera vez, y finalmente, se perdió el control y todo se fue a la deriva. Por más que todavía haya más preguntas que respuestas y sea obligada la prudencia, la imagen simbólica del hecho es pavorosa, estremecedora.
Ayer mismo por la mañana nos desayunamos con otra tragedia, como es el asesinato a balazos de la secretaria particular de Clara Brugada y de uno de sus asesores. Coincide el hecho, probablemente de forma casual pero quizá indicativa, con el repunte de los homicidios dolosos registrado el lunes en su monitoreo semanal por SABA Consultores. Ya, de plano, hubo una reversión de la tendencia a la baja. Las dudas sobre la estrategia de seguridad en el último mes han servido de heraldo para estos asesinatos, que son sin duda un aviso serio para Harfuch, que a todas luces palideció cuando recibió la noticia en plena conferencia matutina. Es un desafío directo. “Esto es horrible, ya no hay lugar seguro”, declaró uno de los testigos en el mismo lugar de los hechos. La expresión es lo suficientemente ilustrativa para no abundar en comentarios.
En el mientras tanto, presentó credenciales el nuevo embajador Ronald Johnson, que al cabo es el representante de Trump en tierras aztecas, igual que, salvando las distancias, nos dicen que lo es León XIV de Dios en el mundo. A lo mejor las distancias, otra vez en términos metafóricos, no son tantas. Donald es el diosecillo del norte, y la última polémica gira en torno al gravamen sobre las remesas enviadas al extranjero. Ya hemos hablado en otras ocasiones de la, para mí, vergonzosa dependencia de los envíos de la que sorprendentemente presume la 4T. De momento, y mientras vemos en qué paran las misas, la respuesta de Sheinbaum se ha quedado, otra vez, en lo populista y en la instrumentación nacionalista de la cuestión. El gobierno mexicano sí debe defender, cómo no, a sus connacionales. Sí debe señalar las incompatibilidades técnicas y legales con los tratados en vigor. Pero agitar el fantasma de la discriminación es, una vez más, tirar de demagogia.
También hemos podido ver estos días a un Noroña, hinchado como un palomo, aceptando la pleitesía de quien se atrevió a increparle con mal tono. Ya saben aquello de “no sirvas a quien sirvió”, y por eso asistimos a espectáculos así, de los que tiene culpa tanto quien exigió la rendición como el que aceptó la humillación. Este camino llevamos, y esperen a que se defina la elección judicial y verán. El Cuauhtémoc mismo, que ha sido por mucho tiempo ejemplo y embajada de México allende los mares, se ha constituido en símbolo de la deriva y desgobierno que sufre la Nación. Porque nunca fue escena para el partido gobernante en turno, ni para sus achichincles. Nunca, que yo sepa, se ha utilizado como propaganda partidista ni como plataforma de proyección de los deseos de cualquier militante. La 4T acababa de hacerlo. Evidentemente, no fue la causa, pero sí, una vez más, un símbolo de degradación.
Muchas cosas van a la deriva en este México de mis amores y mis desencuentros. Puede que el propio México, pues parece que nadie esté al timón, al menos de manera responsable de ello. No me atrevería yo a aventurar una solución porque, siguiendo a Bertrand Russell, intento educar mi limitada inteligencia y por eso tengo más preguntas que certezas. Nadie es más ignorante que aquél que está seguro de todo, igual hemos tenido gente así respondiendo preguntas desde el atril del Palacio Nacional con demasiada frecuencia, y en demasiadas otras partes. Confieso que no lo sé. Sólo tengo claro algo: cada vez veo más absurdos y sinrazones en todas partes y a todos los niveles. Debo estar haciéndome viejo.