Si el actual conflicto entre Irán e Israel escalara hacia una guerra que involucrara a aliados y potencias globales, estaríamos ante un escenario que podría derivar en una Tercera Guerra Mundial con consecuencias geopolíticas y económicas devastadoras. Más allá del choque bélico, este tipo de confrontación afectaría las rutas energéticas globales, el comercio internacional, los mercados financieros y pondría a prueba la estabilidad del orden multipolar actual.
En términos geopolíticos, un conflicto abierto podría alinear a países como Rusia, China y algunas potencias regionales (Siria, Líbano, y probablemente Irak) en apoyo a Irán, mientras que Estados Unidos, la Unión Europea y sus aliados de la OTAN se posicionarían con Israel. Arabia Saudita y otros países del Golfo podrían verse obligados a tomar posición o enfrentar inestabilidad interna, aunque también podrían operar como intermediarios si sus intereses petroleros se ven comprometidos. Turquía, India y Brasil probablemente tratarían de mantenerse neutrales, pero el equilibrio sería extremadamente frágil.
Desde el punto de vista económico, el costo de una guerra de esta magnitud sería astronómico. El conflicto en Ucrania ha costado más de $400 mil millones en reconstrucción y daños colaterales hasta 2024; una guerra a escala mundial fácilmente superaría los $10 billones (trillion, en inglés) considerando daños físicos, caída del PIB, inflación, desplazamientos masivos, crisis alimentarias y pérdida de capital humano y una caída del PIB Global entre el -10 y -15%, para que se den una idea la pandemia del Covid el PIB global fue del -3.3% que es $2.5 billones y la Gran depresión del -10 a -13% en varios años.
Otros tipos de impacto sería más de $1,000 de personas en inseguridad alimentaria, desplazamientos forzados de 100 millones de personas y un gasto militar de más del 5 y -7% del PIB mundial solo en defensa militar
El mercado energético sería el primero en colapsar. El estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20% del petróleo mundial, sería una de las primeras víctimas. Esto podría disparar los precios del crudo a más de $180 por barril en días, lo que arrastraría una inflación global, un colapso de cadenas de suministro y una recesión mundial más severa que la de 2008. La energía, al ser el eje de todos los procesos productivos, arrastraría al alza el precio de los alimentos, el transporte y los insumos industriales, afectando sobre todo a los países en desarrollo.
El dólar seguiría siendo refugio inicial, pero en medio de sanciones cruzadas, guerra cibernética y ataques financieros, el sistema SWIFT podría ser vulnerado, y surgirían alternativas basadas en monedas regionales (como el yuan digital o el sistema ruso MIR), lo que desataría una guerra monetaria paralela. Las bolsas de valores caerían entre 30% y 60%, y el oro, el Bitcoin y otros activos refugio podrían alcanzar máximos históricos.
Socialmente, el impacto sería profundo: millones de desplazados, recrudecimiento del terrorismo y erosión de libertades civiles bajo regímenes de excepción. Tecnológicamente, la IA, los drones y la guerra cibernética jugarían un papel clave, alterando completamente la naturaleza del combate y multiplicando los efectos psicológicos del conflicto.
En suma, una guerra mundial detonada por la escalada Irán-Israel no solo significaría una tragedia humana sin precedentes, sino también una reconfiguración completa del orden económico global. La historia ha mostrado que ninguna guerra mundial termina como empezó; esta, si ocurre, marcaría el fin de una era y el incierto inicio de otra.
¡Hasta la próxima…!
