La economÃa mexicana transita por un periodo de alta complejidad, en el que conviven señales de recuperación con claros signos de debilidad estructural y riesgos crecientes. Si bien los indicadores agregados de actividad, como el PIB y el IGAE, muestran un desempeño positivo que descarta una recesión en términos técnicos, la desaceleración del consumo, el deterioro del empleo formal y la pérdida de dinamismo industrial revelan un trasfondo más frágil de lo que las cifras generales sugieren.
Los propulsores del crecimiento (el consumo interno, la inversión y las exportaciones manufactureras) enfrentan desafÃos simultáneos. La debilidad del ingreso disponible, la contracción de las remesas en términos reales, la destrucción de empleos formales y la menor inversión en infraestructura pública crean un entorno que dificulta sostener el crecimiento económico. A esto se suman tensiones externas, como los aranceles impuestos por Estados Unidos, que ya están afectando la inversión extranjera directa y podrÃan comprometer la estabilidad de sectores clave como el automotriz.
Desde el frente fiscal, la drástica caÃda en la inversión fÃsica del gobierno, junto con el agotamiento de fondos de estabilización y el incremento de las presiones estructurales sobre el gasto, limitan la capacidad del Estado para actuar como contrapeso en momentos de debilidad económica. Por su parte, por el frente monetario no hay mucho margen para actual, ya que no se tiene el mandato de impulsar la creación de empleo o una meta de crecimiento, y además una polÃtica monetaria más flexible podrÃa comprometer el alcanzar la meta inflacionaria en un entorno con presión al alza en los precios.
En este contexto, el principal riesgo para la economÃa mexicana es caer en un periodo prolongado de estancamiento, donde el crecimiento apenas logre compensar el deterioro en el empleo, la inversión y el poder adquisitivo de los hogares. El sector servicios, tradicionalmente impulsado por la demanda interna, comienza a mostrar signos de debilidad conforme se agota el ingreso disponible de los hogares. Por su parte, el sector industrial, lejos de compensar este deterioro, enfrenta riesgos importantes como la imposición de aranceles a las manufacturas por parte de Estados Unidos y la marcada reducción en la inversión pública, especialmente en infraestructura.
Se estima que la economÃa crecerá en el año principalmente por efecto de base, tras la contracción observada en el cuarto trimestre del 2024 y el rebote registrado en la primera mitad del 2025. No obstante, este crecimiento será marginal, con una economÃa que se percibirá estancada desde la perspectiva de empresas, trabajadores y consumidores, dado que no hay avances significativos en el ingreso, el empleo ni la inversión.

Grupo Financiero BASE estima que la economÃa de México crecerá 0.35% en el 2025. No obstante, existe un alto nivel de incertidumbre, por lo que BASE estima que el rango de crecimiento es de 0.02% en un escenario pesimista, pero podrÃa incluso llegar a crecer 0.95% en uno optimista. Para que se materialice el escenario optimista, México tendrÃa que crecer a una tasa anual promedio de 1.10% en el segundo semestre, lo cual implicarÃa una aceleración respecto al crecimiento de 0.88% de la primera mitad. En cambio, para que solamente crezca 0.02%, el PIB tendrÃa que caer una tasa anual de 0.77% en el segundo semestre del año. Esto último sucederÃa en el escenario que en Estados Unidos los aranceles empiezan a cobrarse al pie de la
letra, lo que ocasionarÃa una fuerte caÃda en las exportaciones y una recesión en México.