Este día se registró un conato de pleito entre Alito y Gerardo Fernández Noroña. Apenas se tocaron, pero fue suficiente para mostrar la superioridad de Alito y la poca gallardía de Noroña (cullus non belicus).
Me recordó aquellos “duelos” a primera sangre, que eran los más comunes en la Francia de los tiempos del siglo XV a principios del XX. En aquellos duelos se suspendía la refriega a la primera herida que causara sangrado, así haya sido un rasguño. En el caso que nos ocupa, evidentemente no fue a primera sangre sino, quizá, a primera flatulencia, y da la impresión de que fue Noroña el que dejó escapar de su cuerpecito un chico pedote, que lo dejó en condición de derrotado.
No sé si lamentar o no que en verdad no se hubiera dado un enfrentamiento, ante la posible consecuencia de que Morena deje de usar su mayoría sin la menor consideración y respeto de las opiniones de la oposición. Si ellos renuncian al galano arte de hacer política, es claro que están optando por entrar al callejón de los chingadazos, donde podría escalar la violencia.
Por lo pronto, tenemos un atisbo de lo que podría ser la lucha por el poder, si Morena insiste en ejercitar la praxis política que podríamos llamar de: “Mamar y dar de topes”.