Verónica Valencia

QUBITS
El desafío es encontrar el equilibrio: la tecnología debe agilizar procesos, filtrar información y anticipar necesidades, pero nunca reemplazar la empatía y el juicio humano. 


El acoso no debería medirse por simpatía política ni por clase social. Ninguna mujer merece eso. Lo más increíble, para mí, es que algunas mujeres lo normalicen.


Hoy, muchos creen que TikTok, Instagram o X son espacios “libres”, donde la verdad circula sin filtros ni intereses. Pero nada más lejos de la realidad, la manipulación no desapareció.


El bullying en el trabajo suele ser invisible, nadie alza la voz, nadie interviene, nadie protege al acosado. Hablar de respeto no es hablar de formalidades, es hablar de dignidad.


Las redes sociales ya cambiaron nuestra forma de mostrar la vida: presumimos lugares que no visitamos, amistades que no tenemos y estilos de vida aspiracionales. La inteligencia artificial solo ha llevado esta dinámica un paso más allá.


La vejez no es una enfermedad, sino un privilegio. Y más aún: que puede ser una etapa productiva, lúcida, elegante y creativa. 


Ser influencer no debería ser sinónimo de entretenimiento vacío, sino de liderazgo consciente. Necesitamos más voces que guíen, no que distorsionen.


La polémica por sí sola no vende; lo que vende es una estrategia bien diseñada donde cada pieza está alineada a un objetivo comercial.


Si una persona es capaz de traicionar a su pareja y olvidarse de sus votos matrimoniales, puede traicionar también otros compromisos en su vida, pues la falta de honestidad en lo íntimo suele reflejarse en lo profesional.


No se trata de estar en todas las redes sociales ni de “hacer lo mismo que todos”. Se trata de elegir los canales correctos.


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