La realidad del engaño: El Palomar

El ecosistema informativo de México vive una de sus horas más oscuras. Las grandes cadenas están sometidas, las nuevas voces digitales enfrentan persecución, solo sobreviven los favoritos del régimen.
01/05/2025

Lo que acaba de destapar Carmen Aristegui con TelevisaLeaks no es la clásica filtración de documentos incómodos o el clásico chisme político de sobremesa en Palacio Nacional. No. Lo que estamos viendo es la confirmación de lo que durante años se sospechaba pero pocos se atrevían a documentar: una maquinaria profesional, estructurada y financieramente sostenida desde las entrañas de la televisora más poderosa del país, operando una red de manipulación de información, guerra sucia digital y construcción de narrativas para favorecer o destruir personajes públicos a conveniencia. Se llama Palomar.

Por fin los sueños conspiratorios, se hicieron realidad, Televisa es un WFFWFWF, también todos convergen, Televisa, te idiotiza, te engaña, todo lo que nos dijeron en los 70, 80, 90, s por fin confirmado, por un empleado resentido.

Para quienes nos dedicamos a esto quienes sabemos como funciona esto, periodistas, políticos empresarios, sabemos que es un circulo el poder político se ha servido no solo de Televisa, sino de todos los medios que reciben pagos por periodismo publicitario, para destacar o hundir, para lo que sea.

Entonces habrá realmente quien se sorprenda de que Televisa realizaba estas actividades?

El “Palomar” funcionó al amparo de Televisa y de su directiva más cercana. Los archivos filtrados —cinco terabytes de conversaciones, contratos, imágenes, videos y estrategias— lo prueban.

Televisaleaks es un expediente brutal que expone cómo durante seis años se utilizaron recursos, talento técnico y plataformas digitales para operar campañas de propaganda, desprestigio o encubrimiento, todo dependiendo del interés del momento. Y lo más grave: esto no lo hacía un partido político desde la oscuridad de alguna oficina del gobierno. Lo hacía un actor privado con un poder mediático descomunal, capaz de influir en elecciones, modificar percepciones y destruir reputaciones en cuestión de días.

¿Los blancos? Carlos Slim, por supuesto, luego del colapso de la Línea 12 del Metro. Había que trasladarle toda la culpa, blanquear la responsabilidad política del oficialismo, proteger a Sheinbaum, a Ebrard, a los intocables.

Arturo Zaldívar, ex presidente de la Suprema Corte, recibió trato VIP: le maquilaron sus redes sociales, le limpiaron su imagen, le sembraron elogios desde páginas falsas.

La propia Carmen Aristegui, fue blanco de videos manipulados, campañas de desprestigio y ataques digitales financiados y orquestados desde esta maquinaria. Todo esto mientras el país discutía otras cosas, mientras el gobierno hablaba de transformación, mientras el Congreso preparaba una batería de reformas supuestamente enfocadas en “combatir las noticias falsas” pero que en realidad pretendían convertirse en una Ley Mordaza a la mexicana.

Porque aquí está lo verdaderamente turbio: en lugar de indignarse por esta operación de desinformación tan bien montada, el oficialismo ha preferido guardar silencio. Y no es por casualidad. Los mismos que han promovido leyes para regular internet, criminalizar contenidos críticos, vigilar a periodistas y censurar redes sociales, hoy no dicen una palabra sobre TelevisaLeaks.

Les incomoda. Les rompe la narrativa. Les exhibe la hipocresía. Porque si algo queda claro con esta filtración es que el poder —ya sea político o económico— necesita controlar la información para sobrevivir. Y cuando los medios no se pliegan, los quieren silenciar. Lo vimos con Pegasus, lo estamos viendo con los intentos de aprobar reformas para criminalizar la crítica bajo el disfraz de “difamación fiscal”, lo estamos viendo en la manera en que el presidente convirtió sus conferencias mañaneras la conferencia matutina en un paredón contra periodistas incómodos, y lo estamos viendo con el silencio ensordecedor frente a una evidencia irrefutable: que en este país se ha utilizado el poder mediático para manipular, mentir y proteger a los mismos de siempre, por los siglos de los siglos.

Y hay algo todavía más peligroso, el ecosistema informativo de México vive una de sus horas más oscuras. Las grandes cadenas están sometidas, las nuevas voces digitales enfrentan persecución, solo sobreviven los favoritos del régimen y las instituciones que deberían proteger la libertad de expresión están neutralizadas o de plano cooptadas.

El Palomar exhibe la poca credibilidad de algunos medios tradicionales, hoy se pretende, como en los años 60, 70 y 80 que la información se convierta en un arma de control masivo, disfrazada de periodismo.

Hoy es una realidad que se fabrican noticias, se destruyan carreras y se manipulen emociones con bots y algoritmos solo porque “así funciona la política”.

Las fábricas de mentiras, siempre han estado ahí, con todo el cinismo y la impunidad del mundo.

Obviamente Televisa lo niega todo, como era de esperarse. Y Eduardo Fernández, el hombre que destapó parte de este infierno digital, está hoy preso en España, acusado de extorsión.

Quizá haya cometido delitos. Quizá no. Pero eso no borra los cinco terabytes de evidencia. Eso no borra las campañas contra Slim, contra Aristegui, contra todos los que alguna vez se atrevieron a desafiar al poder. Eso no borra la operación Palomar, con nombres, fechas, estrategias, facturas y resultados.

Y mientras tanto, en el Congreso, la maquinaria oficialista insiste en aprobar leyes para “protegernos de la desinformación”. Cuando los verdaderos fabricantes de noticias falsas están en casa, sentados en los consejos editoriales, en las agencias de comunicación política, en los comités de campaña en la presidencia, en el congreso. Qué ironía. Y qué peligro.

Y al final, resulta que los reality shows de Televisa eran lo más honesto que transmitían: al menos ahí sabíamos que todo era actuado. Lo verdaderamente grotesco no estaba en los dramas falsos de La Casa de los Famosos, sino en los scripts secretos de Palomar, donde se manipulaban conciencias, se linchaban reputaciones y se construían verdades a modo con la misma producción, pero sin créditos ni advertencia de contenido simulado. Mientras el país se entretenía con “quién se va esta semana”, en las oficinas de la televisora decidían quién caía en desgracia y quién subía en popularidad, no por votación, sino por estrategia digital financiada.

En los realities, los votos sí cuentan. En TelevisaLeaks, la única realidad fue el engaño.

Lo cierto es que este nuevo reality de Televisa no me lo voy a perder.

Tiempo al tiempo.



HÉCTOR GUERRERO es periodista director de @politicamx @TiempoReal_mx y @losfuertes.mx. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de Mobilnews.mx.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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