Confiar es apostar, es arriesgar a ser decepcionados o defraudados. No es grato apostar cuando en ello nos va algo importante como alcanzar el poder o conservarlo, que es finalmente el quehacer político de acuerdo a Nicolás Maquiavelo, pero es inevitable: ¡La vida misma es una apuesta!
Cuando una encuesta nos dice que tenemos una intención de voto de 56%, con una margen de error de 5% al 95% de confianza, podemos echar las campanas al vuelo, pero en modo alguno estamos exentos de una decepción. Aunque el 51% que resulta de restar el margen de error a la estimación indica triunfo, no se puede descartar que, a final de cuentas, terminemos en las urnas con un valor inferior a 50% y perdamos. Esto es poco probable pero podría suceder.
Para entender el significado de 95% de confianza, supongamos que tenemos un partido muy generoso que siempre nos haca candidatos. Supongamos también que, previo a la elección, siempre llegamos con las mismas estimaciones (56% con margen de error de 5% al 95% de confianza).
Pues bien, 95% de confianza significa que en 100 elecciones solo perderíamos 5, o lo que es lo mismo, ¡que en 20 elecciones solo perderíamos una!
En consecuencia, jugar a la política siempre nos ubica ante la incertidumbre. Nunca tendremos certezas. Siempre estaremos obligados a apostar, pero….
Jugar a la política apoyados en la Ciencia Estadística es apostar, pero: ¡Con la suerte a nuestro favor! ¡Algo nada despreciable!